12. La muerte, tránsito a una nueva vida

La muerte es una realidad a la que todos los seres humanos nos debemos enfrentar. Para comenzar, veamos dos textos de la Biblia:

Hermanos, deseo que estén bien enterados acerca de los difuntos. No deben afligirse como hacen los demás que no tienen esperanza. ¿No creemos que Jesús murió y resucitó? De la misma manera, pues, Dios hará que Jesús se lleve con él a los que ahora descansan.

1ra Tesalonicenses 4, 13-14

Las almas de los justos están en las manos de Dios, y no los afectará ningún tormento. A los ojos de los insensatos parecían muertos; su partida de este mundo fue considerada una desgracia y su alejamiento de nosotros, una completa destrucción; pero ellos están en paz. A los ojos de los hombres, ellos fueron castigados, pero su esperanza estaba colmada de inmortalidad. Por una leve corrección, recibirán grandes beneficios, porque Dios los puso a prueba y los encontró dignos de él. Los probó como oro en el crisol y los aceptó como un holocausto. Por eso brillarán cuando Dios los visite, y se extenderán como chispas por los rastrojos. Juzgarán a las naciones y dominarán a los pueblos, y el Señor será su rey para siempre. Los que confían en él comprenderán la verdad y los que le son fieles permanecerán junto a él en el amor. Porque la gracia y la misericordia son para sus elegidos.

Sabiduría 3, 1-9

A dónde vamos cuando nos morimos? en dónde está el cielo?

Para entender la realidad espiritual, la mejor comparación nos la dio Carl Sagan (+1996). Sagan planteó la posibilidad de la cuarta dimensión, e ideó el símil de “planolandia” para intentar explicarla: un mundo de dos dimensiones, donde vivían personajes planos (bidimensionales), que intentaban imaginarse o comprender el mundo tridimensional. Para ellos, los fenómenos normales del mundo tridimensional les parecerían paranormales, pues escapan de su lógica bidimensional.

Si un objeto tridimensional (ej. un cubo) se posara sobre planolandia, sus habitantes solo verían la parte que hace contacto con su mundo plano (un cuadrado), pero no verían el objeto completo. Y en el momento en que el objeto haga contacto con el plano, para los habitantes de planolandia estaría apareciendo repentinamente, de la nada.

Los objetos tridimensionales tendrían además otros atributos como la omnipresencia o la habilidad de movilizarse instantáneamente entre lugares del mundo plano. Muchas otras conclusiones como estas podrían derivarse de esta posibilidad.

Haciendo analogía con “planolandia”, el mundo espiritual sería un espacio de 4 dimensiones, y por nuestras limitaciones físicas en 3 dimensiones, no podemos percibirlo ni explicarlo con claridad. Tan solo podemos aproximarnos del mismo modo como intentamos explicar que es un “cubo” en un mundo plano donde solo existe el “cuadrado”.

Y cuando lleguemos… que va a pasar?

Ya estamos claros que TODOS estamos invitados al cielo, buenos y malos (Mateo 22, 10)… unos tendrán la dicha de entrar directo, pero otros necesitaremos limpiar nuestra alma inmortal para poder ver a Dios cara a cara. A otros nos tocará pasar por un intensivo proceso de limpieza interior.

Para entender el tema de esta limpieza espiritual necesitamos mirar tres importantes puntos de vista:

  • La analogía en la Biblia sobre la necesidad de entrar limpios a ver el rostro de Dios.
  • La enseñanza de la Iglesia, que iluminada por Dios, nos orienta sobre este tema.
  • El testimonio de los santos que han podido ser testigos de esa realidad.

Moisés dijo a Yavé: «Por favor, déjame ver tu Gloria.» Y Él le contestó: «Toda mi bondad va a pasar delante de ti, y yo mismo pronunciaré ante ti el Nombre de Yavé. Pues tengo piedad de quien quiero, y doy mi preferencia a quien la quiero dar.» Y agregó Yavé: «Pero mi rostro no la podrás ver, porque no puede verme el hombre y seguir viviendo (Éxodo, 33, 21).

Pero resulta que NADIE en este mundo es suficiente santo y puro, como lo dice el salmista: «Señor, escucha mi oración, atiende a mis plegarias, respóndeme, tú que eres fiel y justo.
No llames a juicio a tu siervo pues no hay quien sea justo en tu presencia» (Salmo 143). Y Dios lo sabe.

Ya vimos la parábola de los invitados a la fiesta, donde al final invitaron a todos, buenos y malos, pero el final de la parábola es también muy importante:

…/… Después entró el rey para conocer a los que estaban sentados a la mesa, y vio un hombre que no se había puesto el traje de fiesta. Le dijo: “Amigo, ¿cómo es que has entrado sin traje de bodas?” El hombre se quedó callado… (Mateo 22, 11-12).

Recordemos de nuevo el pasaje de la última cena cuando le tocaba el turno a Pedro:

Cuando llegó a Simón Pedro, éste le dijo: «¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?» … Jesús le respondió: «Si no te lavo, no podrás tener parte conmigo.» (Juan 13, 6).

En el libro del Apocalipsis, cuando se narra la visión de la Nueva Jerusalén (es una forma de llamar al cielo, al lugar donde reina Dios), San Juan dice: «Nada manchado entrará en ella, ni los que cometen maldad y mentira» (Apocalipsis 21, 27).

Es claro que se debe tener un corazón limpio para entrar a la presencia de Dios. Y por eso este necesario proceso de limpieza. Jesús nos dejó en sus sacramentos en la Iglesia, como unos medios de limpieza permanente para provechar durante nuestras vidas, y así tiene mayor sentido lo que al le dice a Pedro mientras le lava los pies: «El que se ha bañado está completamente limpio y le basta lavarse los pies»  (Juan 13, 10).

Pero por incontables razones culturales, religiosas, geográficas históricas, etc, no todas las personas tienen acceso a los sacramentos que Jesús nos dejó en su Iglesia.

Qué pasa con las personas que nunca tuvieron oportunidad de vivir una vida de fe?, Las personas que sólo al final de sus vidas supieron de la existencia de un Dios? Las personas que durante toda su vida vivieron en el mal muy muy apartados de Dios? Ellos acaso no tiene oportunidad?

Para TODOS hay entonces la oportunidad de limpieza:
EL PURGATORIO.

… el purgatorio

El purgatorio es en realidad una buena noticia!!!  Si al morir ya estás allí, ALEGRATE!!!, ya estás salvado!!!!! y es solo cuestión de tiempo encontrarte con Jesús.

La idea del purgatorio fue surgiendo progresivamente, pues al comienzo los cristianos pensábamos que solo había UNA oportunidad de arrepentimiento, que se concretaba en el bautismo. Pero luego nos dábamos cuenta que seguíamos cometiendo errores, faltas, seguíamos manchados. Seguíamos siendo pecadores. El sacramento de la reconciliación nos permitía comenzar de nuevo. Jesús nos dejaba el don de perdón en manos de sus apóstoles:

Jesús les dijo a sus discípulos: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envío a mí, así los envío yo también.» Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo: a quienes descarguen de sus pecados, serán liberados, y a quienes se los retengan, les serán retenidos.» (Juan 20, 21-23).

Sobre la idea de una purificación posterior a la muerte, San Pablo es un poco más claro:

Un día se verá el trabajo de cada uno. Se hará público en el día del juicio, cuando todo sea probado por el fuego. El fuego, pues, probará la obra de cada uno. Si lo que has construido resiste al fuego, serás premiado. Pero si la obra se convierte en cenizas, el obrero tendrá que pagar. Se salvará, pero como a través del fuego. (1ra Corintios 3, 13-15).

Luego poco a poco se hizo parte de la predicación de la Iglesia desde los primeros siglos:

  • Clemente obispo de Alejandría (+217) habla de la purificación por “fuego” que sufre el alma posterior a la muerte cuando no ha alcanzado la completa santidad.
  • Cipriano, obispo de Cartago (+258) planteaba la existencia de un reato de pena después de concedida la paz eclesiástica, si la penitencia que la precedió no fue plena; tal reato, si no se satisface por él en la tierra, postula una expiación después de la muerte.
  • Cirilo obispo de Jerusalén (+386) no utiliza la palabra “purgatorio”, pero pedía orar por los hermanos difuntos proporcionándoles una gran ayuda, “Porque si un rey destierra a gentes que lo han ofendido, pero ve a los parientes y amigos de los culpables tejer una corona y ofrecérsela en nombre de ellos ¿acaso no perdonará la pena?”.
  • Juan Crisóstomo obispo de Constantinopla (+407) insistía también en la necesidad de orar por nuestros hermanos difuntos para ayudarlos en su purificación después de la muerte.
  • Agustín obispo de Hipona (+430), insistía en la idea del “fuego enmendatorio” o “fuego de purgatorio” posterior a la muerte, para la limpieza total del alma.

De modo que desde los primeros siglos ya estaba clara la idea de que después de la muerte atravesábamos un proceso de purificación.

Es muy difícil explicar desde nuestra naturaleza humana cuanto se “padece” en el purgatorio… Tratamos de entenderlo usando expresiones como castigo, sufrimiento, dolor, incluso hasta nos referimos a “tiempo”, pensando que a cuanta mayor purificación se requiere más tiempo… Pero esto no son sino formas humanas de entender algo que escapa a nuestro entendimiento.

Sin embargo, el testimonio de algunos santos nos dan un poco de mayor claridad al respecto en dos ideas concretas:

  1. El padecimiento parece provenir de vernos tal cual somos, de ver nuestros errores, nuestras miserias y todo lo malo que ha podido haber en nosotros. Es una profunda tristeza, un profundo dolor de corazón, un terrible arrepentimiento. El sufrimiento procede de la demora de la visión de Dios.
  2. Pero todos tienen una esperanza, un consuelo…. Eso no es “para siempre”… Eso se supera, de allí se sale, de allí nos encontraremos con Dios. Se tiene la certeza de que al final estarás en la presencia amorosa de Dios.

Antes hemos mencionado a Gertrudis, a Margarita y a Faustina, como insistentes predicadoras sobre el tránsito de las almas por el purgatorio, y el llamado urgente de Jesús de confiar en su INFINITO amor por todos los hombres, buenos y malos, justos y pecadores. Y más recientemente el Padre Pío de Pietrelcina (+1968) tampoco dejaba de hablar sobre ese tema.

Sin embargo, lo más útil y valioso para salir pronto del purgatorio son las misas que hayamos vivido con fe y fervor en nuestras propias vidas.

Si te interesa conocer mas sobre el purgatorio, te recomiendo el libro «Sáquennos de aquí!!«, que consiste en una entrevista a la vidente María Simma.

Aún temes a lo que pueda ocurrir después de tu muerte? Confía en Jesús. Es lo que me ha pedido que te diga.

El infierno…

Aunque Dios «no quiere que se pierda nadie, sino que todos lleguen a la conversión» (2 Pedro, 3,9), el infierno es el destino para quienes rechazan la Salvación. «Morir en pecado mortal sin estar arrepentido ni acoger el amor misericordioso de Dios, significa permanecer separados de Él para siempre por nuestra propia y libre elección …/… La pena principal del infierno consiste en la separación eterna de Dios en quien únicamente puede tener el hombre la vida y la felicidad para las que ha sido creado y a las que aspira» (Catecismo de la Iglesia, # 1033 y 1035).

En la Biblia hay muchas alusiones al infierno. Jesús habla con frecuencia de la «gehenna» y del «fuego que nunca se apaga» (cf. Mateo 5,22.29; Mateo 13,42.50; Marcos 9,43-48) reservado a los que, hasta el fin de su vida rehúsan creer y convertirse , y donde se puede perder a la vez el alma y el cuerpo (cf. Mateo 10, 28). Jesús anuncia en términos graves que «enviará a sus ángeles […] que recogerán a todos los autores de iniquidad, y los arrojarán al horno ardiendo» (Mateo 13, 41-42), y que pronunciará la condenación:» ¡Aléjense de mí malditos al fuego eterno!» (Mateo 25, 41).

Puedes evitar el infierno? SI!!! Acepta de corazón la Salvación y el perdón por la infinita Misericordia de Dios. Jesús no puede salvarte sin tu consentimiento, sin tu Fe en Él, tal como no pudo curar personas que no tenían fe en Él:

(Jesús) no pudo hacer allí ningún milagro. Tan sólo sanó a unos pocos enfermos imponiéndoles las manos. Jesús se admiraba de cómo se negaban a creer.

Marcos 6, 5-6